EJERCICIOS (página 343)
4.Observa los modelos demográficos: ¿Cómo se explica el crecimiento débil o nulo en los modelos inicial y final? Explícalo.
En el modelo inicial, el crecimiendo de la población es casi nula debido a las tres grandes catástrofes, la peste , el hambre y la guerra, éstos tres tuvieron un gran impacto en la evolución de la población; es el caso de la peste negra que en 1348, redució notablemente la población, la incidencia fue mayor en la Corona de Aragón.
En cuanto a las guerras , los poderosos resultado repercutieron sobre todo en los campesinos.
En el modelo final, se recupera la población con altas densidades, la población predominante es urbana y existe un equilibrio entre la tasa de mortalidad y la tasa de natalidad, y en general el crecimiento no es nulo totalmente , sino débil o negativo, esta recuperación se debe a que las mejoras sanitarias fueron aumentando, la desaparición de la peste negra también contribuyó al crecimiento de la población hasta nuestros días.
CRISIS DEMÓGRAFICA DEL SIGLO XVII.
En el siglo XVII, por lo demás, los obstáculos maltusianos para el crecimiento poblacional -las guerras, las enfermedades y el hambre- seguían siendo muy poderosos en una gran parte de Europa.
Este tipo de dificultades no constituían ninguna novedad, pero ahora se presentaron con una mayor crudeza y resultados más negativos que en el siglo anterior. El hambre, la guerra y las epidemias o, lo que era más frecuente, una combinación de todo ello, podía duplicar la tasa de mortalidad nacional o multiplicar muchas veces la tasa de mortalidad de una región, aldea o parroquia.
Estos elementos definen el modelo de crisis demográfica de tipo antiguo que prevaleció en la Europa del Antiguo Régimen.
Las crisis de hambre fueron frecuentes. Los límites de la expansión agraria del siglo anterior determinaron la dificultad de alimentar a una población en constante aumento. El precario equilibrio entre el incremento de la producción agraria y el crecimiento demográfico quedó roto. Esta situación se agravó como resultado de los efectos negativos de una climatología adversa. Se especula con la posibilidad de un enfriamiento atmosférico general, que provocó una pequeña edad glacial. La alternancia de sequías, lluvias torrenciales y heladas determinó un endurecimiento del clima, arruinando a menudo las cosechas e incidiendo en fuertes alzas del precio del trigo.
El incremento de la mortalidad que acompañaba al alza violenta del precio de las subsistencias venía inmediatamente doblado por una caída de la natalidad, que dificultaba aún más el proceso de regeneración demográfica.
La peste bubónica continuó castigando duramente a Europa durante el siglo XVII. La desaparición de esta mortífera enfermedad de la faz del Continente hubo de aguardar a comienzos del siglo XVIII: la epidemia de Marsella de 1720 fue la última de este género.
Durante la centuria del Seiscientos se sucedieron varias oleadas pestíferas. Coincidiendo con el cambio de siglo, durante los años 1596-1603 se propagó una epidemia en los países de Europa occidental, conocida como peste atlántica. Afectó a Inglaterra, a Francia y a la Península Ibérica, a donde llegó a través de los puertos cántabros. Desde allí se extendió al interior peninsular, provocando alrededor de 600.000 muertes. A lo largo de la primera mitad de la centuria se detectan otras epidemias de peste. Amsterdam, por ejemplo, resultó afectada en 1624 y 1636. Entre 1629 y 1631 hubo un contagio en Cataluña, extendido desde Provenza y Languedoc.
Sin embargo, la epidemia más grave y difundida se produjo en los años centrales del siglo. Teniendo como foco originario Argel, en el norte de África, la peste llegó a las costas levantinas de la Península Ibérica en 1647. Desde Valencia la epidemia se expandió en doble dirección Norte-Sur, afectando a las regiones de Murcia, Andalucía, Aragón y Cataluña. Desde Barcelona la peste, que penetró también en Francia alcanzando la Alta Auvernia y el área parisina, se extendió a Mallorca, y desde allí a Italia. Cerdeña padeció el contagio entre 1652 y 1656 y Nápoles entre 1656 y 1659. Génova resultó también duramente afectada.
Las consecuencias fueron hondamente negativas.
La guerra constituyó otro agente de despoblación, tanto por sus efectos destructivos directos como por los serios problemas económicos inducidos, por una parte, por la presión fiscal que originaba su financiación y, por otra, de la leva de hombres, que detraía fuerzas productivas. La guerra de los Treinta Años, que asoló el centro de Europa entre 1618 y 1648, y su prolongación en el enfrentamiento franco-español hasta 1659, constituyeron los conflictos más importantes del siglo, aunque no los únicos. El cálculo de las víctimas de la guerra es dificultoso, pero sus consecuencias, en todo caso, deben ser estimadas teniendo presente que constituía un fenómeno estrechamente ligado a las otras dos grandes causas de mortalidad catastrófica, el hambre y las epidemias.
Finalmente, el análisis demográfico del siglo XVII no debe olvidar los grandes movimientos de desplazamiento poblacional, que se tradujeron en apreciables pérdidas para las áreas que los soportaban. La presión señorial en el centro de Europa provocó un flujo constante de campesinos hacia el Este. Otra corriente migratoria característica vino definida por el trasvase de población castellana a América, todavía poco conocida para este período, pero que constituyó un drenaje continuo de elementos activos, intensificado sin lugar a dudas por las propias condiciones de crisis del siglo. Las migraciones forzadas por la guerra o causadas por conflictos de carácter socio-religioso no terminaron en este siglo. La expulsión de los moriscos españoles en 1609-1610, la persistencia de la corriente de desplazamiento de calvinistas de los Países Bajos a Inglaterra o la huida de hugonotes franceses tras la revocación del Edicto de Nantes pueden contarse dentro de este tipo de fenómenos.
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